martes, 17 de marzo de 2015

Todos somos mendigos


(Trungpa sobre el materialismo espiritual. "Todos somos mendigos" es el pulso de querer lo que pensamos no tenemos y pensamos que nos pertenece o nos merecemos o cualquier tontería por el estilo)


En el contexto budista, un santo da fe del hecho de que un simple ser humano, común y corriente y desorientado, tiene la capacidad de despertar, de armarse de valor y despertar gracias a un acontecimiento fortuito de la vida, del tipo que sea. El dolor, los sufrimientos de todo tipo, la aflicción y el caos que forman parte de la vida empiezan a despertarle, a sacudirlo. Conmocionado, se pregunta: ¿Quién soy? ¿Qué soy? ¿Por qué ocurre todo esto? Luego escarba más a fondo y se da cuenta de que hay algo dentro de que está haciendo estas preguntas, algo inteligente, algo que no está totalmente sumido en la confusión...

Hay dos maneras de encarar el problema. La primera consiste en intentar vivir de acuerdo con lo que nos gustaría ser, la segunda en tratar de ser lo que realmente somos.

Esforzarse por vivir de acuerdo a lo que a uno le gustaría ser es como fingir que uno es un ser divino, una persona realizada o cualquier otro modelo de esta índole. Cuando tomamos conciencia de las cosas que andan mal en nosotros, de nuestras debilidades, problemas y neurosis, hay un impulso natural que nos lleva a hacer todo lo contrario, como si la posibilidad de equivocarnos o estar confusos fuera algo inaudito.
Nos decimos: "piensa positivamente, haz como si todo anduviera bien". A pesar de que sabemos que algo anda mal a nivel de las situaciones concretas de la vida diaria, a nivel de lo cotidiano y corriente, no le damos la debida importancia: "olvidémonos de ese 'mal rollo'. Pensemos de otra manera. Finjamos ser buenos".
Esa actitud se conoce en la tradición budista como materialismo espiritual. Es una actitud poco realista... Podríamos considerar como materialismo espiritual cualquier método -budista, hinduista, judío, cristiano- que nos proporcione técnica para asociamos con lo bueno, lo mejor, lo supremamente bueno, o con el bien supremo, lo divino.
Cuando nos ponemos en contacto con lo bueno, nos sentimos felices, fascinados. Pensamos: "¡por fin he encontrado la respuesta!". Esa respuesta nos dice que lo único que debemos hacer es considerar que ya estamos liberados. Luego, cuando empezamos a pensar que ya somos seres libres, nos basta con dejar que la vida siga su curso. Acto seguido añadimos otro elemento para reforzar nuestro materialismo espiritual: vinculamos todo lo que desconocemos o no entendemos en nuestra búsqueda espiritual con citas de diferentes libros sagrados que aluden a lo que está más allá del pensamiento y más allá del verbo, a lo inefable, al Ser Inefable y quién sabe a cuántas cosas más. Relacionamos nuestra incapacidad de comprender lo que nos sucede con esas cosas indecibles e inexpresables. De esa manera, nuestra ignorancia se transforma en el descubrimiento más grandioso. Y a ese "gran descubrimiento" lo hacemos coincidir con alguna hipótesis doctrinal, tal como la existencia de un redentor o alguna otra interpretación de los textos sagrados.
Antes no sabíamos absolutamente nada, pero ahora "sabemos algo" que en realidad no sabemos. Ahora sí hay algo delante de nosotros. No somos capaces de describirlo con palabras, conceptos e ideas, pero hemos aprendido que, para empezar, podemos deformarnos hasta transformarnos en algo bueno. Así que por lo menos hemos encontrado un punto de partida que consiste en tomar nuestra confusión y, de manera directa y consciente, transformarla en un estado libre de confusión. Lo que nos lleva a actuar así es precisamente nuestra búsqueda de placer, de placer espiritual. Al hacerlo afirmamos que la naturaleza del placer que buscamos está más allá del conocimiento, porque en realidad no tenemos la menor idea de la clase de placer espiritual que conseguiremos con esta maniobra. Y todas las interpretaciones espirituales de las escrituras que se refieren a lo que está más allá del conocimiento las aplicamos al hecho de que no sabemos qué estamos haciendo en el plano espiritual. Sin embargo, nuestra convicción espiritual es ahora certeza, puesto que hemos logrado suprimir las dudas originales con respecto a quién y qué somos, la sensación de que quizá no seamos nada. Hemos borrado todo eso y es posible que ya ni siquiera lo recordemos.
Al suprimir ese desconcierto del ego que nos condujo a lo desconocido -un desconocido cuya naturaleza no entendemos-, nos encontramos ante dos tipos de juegos que nacen de la confusión el juego de lo desconocido y el de lo desconocido trascendente. Ambos forman parte del materialismo espiritual. 
No sabemos qué somos, ni tampoco quiénes somos, pero  sabemos que nos gustaría ser algo o alguien. Decidimos seguir tratando de ser lo que nos gustaría ser, a pesar de que no sabemos qué es. Ése es el primer juego. Luego, para remate, junto con querer ser algo, también quisiéramos aseguramos de que existe algo en el universo o el cosmos que corresponde a ese "algo" que somos. Tenemos la sensación de descubrir ese algo que quisiéramos conocer, pero en realidad no logramos entenderlo, y es así como se transforma en lo desconocido trascendente. Como no lo entendemos, nos decimos: transformemos esa confusión mayor, esa confusión gigantesca, en la espiritualidad de la infinitud divina, o algo por el estilo.
Esto nos debería dar una cierta imagen de lo que es el materialismo espiritual. 

El peligro del materialismo espiritual es que cuando caemos bajo su influencia formulamos todo tipo de hipótesis. En primer lugar están las hipótesis de orden personal y casero, que formulamos porque queremos ser felices. En segundo lugar, las hipótesis espirituales, que surgen cuando permitimos que ese gran descubrimiento, ese descubrimiento gigantesco y trascendente, siga siendo un misterio. Eso trae consigo nuevas hipótesis de mayor envergadura aún no sabemos qué lograremos verdaderamente al alcanzar esa cosa desconocida, pero de todos modos la describimos en términos vagos, por ejemplo, "absorción en el cosmos". Y como nadie jamás ha podido llegar tan lejos, si alguien pusiera en duda nuestro descubrimiento de la "absorción en el cosmos" inventaríamos nuevas explicaciones lógicas o buscaríamos respaldo en los escritos religiosos y otros textos...


martes, 17 de febrero de 2015

Chuang Tzu (ufff!!)

A los antiguos hombres verdad no les contrariaba la escasez, no se enorgullecían con los éxitos.
No reclutaban adeptos.
Sus faltas no les avergonzaban, ni los aciertos les engreían.
De esta manera, encaramados en la alturas, no temblaban; sumergidos en el agua, no se mojaban; metidos en el fuego, no se calentaban. Así, con su sabiduría podían remontarse a las alturas del Tao.
Los antiguos hombres verdad, durmiendo no soñaban, despiertos nada les apenaba.
Su comida no era exquisita.
Su respiración era profunda. La respiración de los hombres verdad llegaba hasta sus talones. La respiración del vulgo sólo es de garganta, y cuando han sufrido alguna injusticia se les atraganta y no le salen las palabras.
 Sus caprichos y sus apetitos son hondos. en cambio su mecanismo celeste es muy superficial.
Los hombres verdad de la antigüedad no sabían amar la vida ni sabían aborrecer la muerte.
Salían a la vida sin alborozo y entraban en la muerte sin resistencia.
Indiferentes para marchar estaban indiferentes para volver. Esto y no más.
No olvidaban su origen y no buscaban su fin.
Se alegraban cuando recibían y cuando lo perdían volvían a su ser primitivo.
Es decir, que aquel es hombre de verdad que no estorba o daña al Tao con los deseos de su corazón, ni se pone a ayudar a la obra del cielo con humanas contribuciones.
Así su voluntad es firme, y su continente tranquilo, su frente serena y natural.
En su frialdad se parece al otoño y en su ardor a la primavera.
Sus alegrías, como sus iras, se difunden por las cuatro estaciones ajustándose siempre a las cosas o sucesos.
Eran insondables...
Prodigan sus beneficios y cubren de favores a todas las generaciones sin ser movidos por el amor.
Así quien gusta de comunicarse con las cosas no es un santo. Pues quien está aficionado carece de bondad. Quien anda mirando los tiempos del cielo no es un sabio. Quien no equipara los bienes y los males no es un virtuoso.

Quien por ganar renombre se pierde a sí mismo no es hombre noble.

Quien ha perdido su autenticidad no es apto para mandar.

Chuang-tzu

martes, 6 de enero de 2015

FELIZ 2015

Padmasambava es uno de los grandes maestros budistas de todos los tiempos. Pertenece a la tradición tibetana de la que es uno de los fundadores (si es que esto se pueda llamar así), es considerado el segundo buda y se le conoce como Gurú Rinpoché.
Y hay una historia (leyenda) que me parece bonita compartir como propósito personal para este año y, de paso, el resto de la vida.
Está sacada del libro Loca Sabiduría de Chogyan Trungpa.


Un día Padmasambava fue de visita a un convento donde vivía la princesa Mandarava. Allí convirtió a todas las monjas que se hicieron sus discípulas. Muy pronto llegó a oídos del rey lo que le generó una gran turbación. Mandó capturar a Padmasambhava y lo condenó a morir en la hoguera, mientras que a la princesa la arrojaron a una fosa.
La pira ardió muchas semanas y, extrañado por el suceso, el rey fue a ver qué pasaba y se encontró con un lago en cuyo centro estaba Padmasambhava sentado en un loto.
Durante esa época, la relación de Padmasambhava con la realidad se caracterizó por el rigor, pero estaba dispuesto a permitir a los demás que cometieran errores en el camino espiritual.
Le parecía necesario que las cosas, simplemente, sucedieran.
Era importante dejarle espacio al rey para que tomara conciencia por sí solo de su neurosis, de su actitud general y de su manera de pensar.
Esta es una indicación muy importante de la forma en que Padmasambhava se relacionaba con la mente personal: primero dejaba que se manifestara la confusión y luego dejaba que se corrigiera sola.
Es su manera de enfrentarse a las amenazas y acusaciones de que fue objeto, en vez de considerarlas o intentar revatirlas, las convierte en ornamentos de su actuar.
Esta es la capacidad de usar los obstáculos para encarar las situaciones de la vida.
Dejemos que jueguen los fenómenos.
El simple hecho de decir algo no basta, amén de lo difícil que es encontrar las palabras justas.
No sirve. No es posible embaucar al mundo de los fenómenos con palabras recurriendo a la lógica, a una lógica intrascendente.
Sólo es posible relacionarse con el mundo de los fenómenos en función de lo que ocurre en él, en función de la propia situación.
El método consiste en dejar que los fenómenos jueguen hasta que se agoten en lugar de intentar demostrar algo o dar explicaciones.
Padmasambhava se plantea que si la felicidad es algo que tiene que llegar que llegue por sí misma y mientras, si es necesario, que me quemen en la hoguera.
Reconocer los propios errores es difícil, pero reconocer los ajenos parece imposible.
Casi siempre olvidamos que el dolor es el camino.
A nadie le gusta que le echen la culpa de algo que no ha hecho, pero supongamos que decidimos asumirlo ¿qué sucedería?
Sería interesante averiguarlo.


Hasta aquí el (resumen editado del) texto…

Pues que este año sea el año del valor, de la energía, de aceptar que todo, absolutamente todo, lo que nos está pasando es parte de nuestra historia, aunque la lógica (o la defensividad) nos lleve a poner las cosas que no nos gustan fuera (en el otro).
Quédate con todo porque en el fondo más profundo de tu corazón no eres nadie y ahí hay sitio para todo lo que ocurre, para todas las existencias, ángeles y demonios.
Feliz año.

miércoles, 3 de septiembre de 2014

PRINCIPIOS




Gerry Shishin Wick Sensei es un sucesor dharma de Taizan Maezumi Roshi y director de desarrollo de software de Merriam-Webster, Inc., habla sobre las cualidades luminosas de todo buen administrador.

Cuando un país prospera nadie sabe cómo se llama el rey, pero cuando hay problemas todos saben a quién culpar, es el encargado o dirigente: el rey, el presidente o el administrador.
Cuando el rey es más importante que el país, éste no prosperará. 
Cuando el director es más importante que sus empleados, la empresa fracasará. 

Si aquél hace bien su trabajo la empresa funcionará correctamente. Todos se olvidarán del director y eso es lo que debemos buscar. 
Demasiados gerentes creen que deben tener todas las respuestas y controlar todas las situaciones.


GLORIOSA IGNORANCIA

El maestro zen Jizo dijo: "No saber es lo más íntimo". 
No saber significa ser receptivo a todos los imprevistos, sin prejuzgar a la gente o las situaciones. Si tu mente está llena de nociones preconcebidas no podrá ser imparcial. Es como cuando tenemos las manos llenas de objetos: no podemos tomar nada más. Ser cerrado provoca separación y sospechas; la mente, al igual que una sombrilla, sólo es útil cuando está abierta. El primer paso para mantener una mente abierta es entender la naturaleza de la mente o del ser.

El maestro Dogen escribió en su Genjokoan: "Estudiar el Camino de Buda significa estudiar al ser. Estudiar al ser significa olvidarse del ser".
Olvidarse del ser significa soltar nuestras ideas de engrandecimiento o de lamentaciones. Estas ideas son tan extensas y sutiles que requieren de un análisis cuidadoso. Necesitamos ver la naturaleza de semejantes ideas. Al estudiar el ser vemos que todas nuestras ideas son creaciones huecas que surgen y desaparecen con cada pensamiento. Los mismos pensamientos son fantasmas sin esencia. Lo mismo ocurre con los sentimientos, las sensaciones, las percepciones y los conceptos.
Hace poco me reuní con un administrador de alto nivel con mucha experiencia, que ha dirigido departamentos con cientos de subalternos en corporaciones multimillonarias. Durante nuestro encuentro él manifestó su interés por la práctica del Zen. 
Después de que lo hubo practicado por un tiempo le pregunté sobre el famoso koan del Sexto Patriarca: "Sin pensar bien ni mal, ¿cuál es tu verdadero ser?" 
Estuvo reflexionado sobre esto por un año y en este lapso han cambiado dramáticamente sus relaciones con sus superiores y subordinados. En vez de llegar a una reunión con ideas preconcebidas, tiene la mente despejada y simplemente está presente participando, no se protege ni defiende. La interacción se facilita y así puede presentar sus puntos sin tanta resistencia.

"Sin pensar bien ni mal" puedes simplemente estar presente y revelar tu sabiduría innata. Si piensas constantemente sobre cómo te evaluarán tus colegas y superiores, estarás creando un filtro entre ti y tú mismo, y entre ti y los demás. No estarás en contacto contigo mismo ni con tu entorno. El no pensar ni bien ni mal es lo mismo que olvidarse del ser.
"Olvidarse del ser es quedar iluminado por las diez mil cosas". Cuando realmente logramos dejar nuestro apego por el ser entonces toda actividad en las diez direcciones es una acción iluminada y todo lugar es nirvana, incluso la sala de juntas o la lavandería.
Todo buen administrador es un bodhisattva. Yo no comprendía la vastedad y la seriedad de ser un bodhisattva hasta que escuché a Trungpa Rimpoche decir que el bodhisattva no guarda ningún momento para sí mismo; ni siquiera puede permitirse el lujo de leer una revista cuando está en el baño. Ejemplos como éste son necesarios para recalcar dicho principio.


DAR

Dogen Zenji escribió que el bodhisattva actúa de cuatro maneras para beneficiar a los seres humanos. Éstas son: dar (fuse), palabras amables (aigo), acciones benéficas (rigyo) e identificarse con los demás (doji).
El bodhisattva sirve a los demás, y parte de ese servicio es dar. Hay muchas cosas que dar, y el administrador puede darlas todas ellas. Primero hay que dar cosas materiales y comodidad. El salario le permite al empleado adquirir todo lo necesario para sobrevivir y para su comodidad.
Un buen administrador se encargará de que sus empleados también tengan equipo avanzado y el espacio adecuado para trabajar. Ésta es una forma de dar.
Otra forma de dar es entregar el dharma. El dharma son las ensenanzas de Buda, que se manifiestan de muchas maneras. Entregar el dharma es darle a los empleados el entrenamiento necesario para tener éxito. Entregar el dharma es habilitar a los empleados para que tomen sus propias decisiones. Entregar el dharma es permitir que los empleados aprendan de sus errores.
Los empleados que reciben más oportunidades se vuelven más competentes. Los empleados responsables se superan al sentir el ánimo y apoyo de su jefe.
Lo final y más importante que el bodhisattva puede dar es ausencia de temor. El gerente no puede brindar ausencia de temor a menos que posea ausencia de temor. Ausencia de temor es lo mismo que olvidarse del ser. Si no existe un ser a quién proteger o engrandecer entonces no hay nada que temer.


PALABRAS AMABLES

La segunda forma en que el bodhisattva beneficia a los seres humanos es mediante palabras amables. Cuando el bodhisattva ve a otra persona se despierta su compasión en forma natural y usa palabras amables. La compasión es la función natural de la sabiduría. Cuando uno tiene una visión más clara usa más fácilmente palabras amables. Éstas toman todo tipo de formas. Palabras amables no siempre significa ser dulce y atento. A veces una palabra amable puede ser muy áspera, pero siempre relacionada con la situación.


LA ACCIÓN BENÉFICA

El tercer curso del bodhisattva es la acción benéfica, que significa cuidar a todos, sin importar que su posición sea baja o elevada. Algunas personas se llevan bien con sus superiores y otras con sus subordinados.
Sin embargo, debe ser en ambas direcciones. 
Un motivo de tanto desacuerdo en las empresas es que algunos creen que pierden si los demás avanzan. La acción benéfica es una situación de ganar-ganar. Si apoyas a la gente que trabaja para ti, ellos te empujarán hacia arriba. Si apoyas a tus superiores ellos te jalarán hacia arriba.


IDENTIFICARSE CON LOS DEMÁS

La cuarta ruta es identificarse con los demás. Siempre que me sentía ajeno a una situación o a mis compañeros de trabajo me ponía a cantar: "No dos".
El cielo, la tierra y yo tenemos la misma raíz, yo y los demás no somos dos. Ésta es una de las revelaciones de Buda: que no existe separación entre uno mismo y los demás.
No existe una formula para volverse un buen director. A esto Buda le llamaba upaya, o sea actuar con habilidad. Toda situación y persona es distinta. El bodhisattva emplea el upaya para despertar a los demás, el administrador usa el upaya para que aflore lo mejor en sus empleados.



LO QUE EL VIEJO MAESTRO ME ACONSEJÓ

Hace años un viejo maestro me dio tres consejos para incorporar la práctica a mi vida. 
El primero es ver a los demás como Buda, aunque también puede ser alguien más a quien respetes y aprecies. 
El segundo es escuchar todo como el dharma. En este caso dharma significa las enseñanzas de Buda. 
El tercero es que todo lugar se revele como nirvana. Nirvana denota el lugar de iluminación, el lugar de claridad, paz y comodidad. ¿Cómo estaríamos si siguiéramos estos tres principios todo el tiempo?


VER A TODOS COMO A BUDA

Cuando estás detenido enmedio del tráfico, ¿puedes ver a los demás conductores como Budas, en particular a aquellos que cambian de carril todo el tiempo? Si en el trabajo tu jefe es un gruñón a quien consideras un perfecto idiota, ¿podrás verlo como Buda? Como director, ¿puedes ver a tus subalternos como Budas?
Esto no significa que debamos reaccionar igual ante todos, pues debemos usar nuestra sabiduría. Ésta evoluciona con el tiempo y debe conformarse con nuestra actividad. Un dicho zen explica que debe existir un balance entre la sabiduría y la compasión. Ser compasivo no significa ser siempre amable con la gente; a veces lo mejor es ser áspero. Debe existir un balance según la situación. El gerente debe ver claramente las situaciones y actuar de conformidad.
Quizá la decisión que tomemos hoy sea errónea manana, o lo que decidamos sobre una persona sea erróneo sobre otra. Toda decisión depende de las condiciones, el momento, el lugar, los participantes y la intensidad de la situación.


ESCUCHAR TODO COMO EL DHARMA

La segunda guía de conducta es aceptar como dharma todo sonido que escuchemos. Hubo un famoso maestro zen chino llamado Joshu. A los sesenta años era un maestro zen consumado pero sintió que necesitaba más experiencia; se dijo que iría de peregrinación y que si encontraba a alguien de ochenta años a quien pudiera instruir lo haría y que si encontraba a un niño de ocho años de quien pudiera aprender también lo haría. Con tal apertura continuó preparándose veinte años más, hasta la edad de ochenta, y luego decidió que estaba listo para instruir a los demás. Fue maestro durante los siguientes veinte años. Aceptar todo sonido como el dharma significa simplemente estar atento.
Escucha lo que la gente te dice cuando habla contigo. Normalmente estamos tan ocupados diciendo algo para impresionar a los demás que no escuchamos lo que nos dicen. Es fácil responder correctamente si escuchamos bien.
Cuando meditas puedes ver lo difícil que es permanecer atento. Estar atento a la respiración no es fácil. A menos que calles a tu mente será casi imposible escuchar lo que dicen los demás.
Muchos gustan salir de la ciudad e ir a las montanas a practicar zazen porque creen que es tranquilo, pero allí las ardillas y los pájaros suelen armar grandes escándalos. Termina siendo lo mismo. Creemos que algunos sonidos son agradables y otros no; y de hecho los árboles y la ausencia de tráfico son agradables, pero, ¿por qué?, ¿es algo básicamente biológico o sólo existe en nuestra mente? Es muy relajante escuchar el agua que fluye, pero si crees que los autos son ruidosos y apestosos entonces te vas a sentir mal. El problema es que introducimos demasiados filtros. Si pudiéramos olvidarlos y sólo estar presentes, todo sonido podría iluminarnos.


QUE TODO LUGAR SE REVELE COMO NIRVANA

El tercer principio es que todo lugar se nos revele como el niravana. El lugar donde estás ahora mismo es el nirvana. Un antecesor zen dijo: "No trates de eliminar la falsedad ni de buscar lo real". Esto se debe a que la ignorancia, tal como es, es la naturaleza de Buda. Nuestro cuerpo mundano, que aparece y desaparece de este mundo como un fantasma, es la realidad de la vida. Cuando despiertas a la realidad de la vida no hay objeto específico al que puedas señalar y decir: "Esto es lo verdadero".
Tengo un par de observaciones. La gente siempre trata de cambiar. "Si pudiera cambiar, si pudiera ser diferente, todo estaría bien"; pero es lo mismo que pensar que si tuvieras un estéreo nuevo todo estaría bien, o que si tuvieras el automóvil ideal, del color, modelo y precio ideales.
Practicamos para aprender a apreciar quiénes somos, en vez de volvernos alguien que no somos.
Este ser confundido e ignorante, tal como es, es el mismísimo ser iluminado. Si logramos apreciar esto, nuestra práctica será una cuestión sencilla. Si negamos lo que somos estaremos negando el mismísimo vehículo que nos revela nuestro ser innato verdadero. Ese vehículo son nuestro cuerpo y nuestra mente. Este cuerpo y esta mente, aquí mismo, son los iluminados. Cualquier rechazo representará un rechazo de ese ser iluminado. Así, en vez de tratar de eliminar la falsedad, sólo debemos estar atentos a cada momento.



---DISFRUTAD DE VUESTRA PRÁCTICA, DISFRUTAD DE VUETRA RESPIRACIÓN---

miércoles, 11 de junio de 2014

APLICACIÓN DE COCINA ZEN

¿Te gusta cocinar?



Ya tenemos la aplicación de COCINA ZEN en itunes. De momento es para ipad. A ver si nos espabilamos y sacamos otros formatos.


Cocina Zen - MIGUEL ANGEL RODRIGUEZ TARNO

Y por aquí un vídeo de como funciona:


jueves, 22 de mayo de 2014

Zen: Ética y estética (no cosmética)


Este es un artículo que saldrá publicado en un libro de cocina Zen que estamos preparando y que esperemos esté terminado a finales de mayo.


Una de las tres características de la realidad es el sufrimiento.
El origen del sufrimiento es la ignorancia.
La palabra en sánscrito para ignorancia se traduce como falta de claridad.
Esta falta de claridad nos hace vernos como algo separado de cuanto es, y nos hace creer que siempre ha sido así y que no puede ser de otra manera, por lo que perpetuamos un sistema para vigilarnos constantemente. Este sistema son los cinco agregados (skandhas): la forma, la sensación, las ideas, las formaciones mentales y la conciencia.

El desarrollo de la lógica que pone a la luz el origen del sufrimiento está recogido en la cadena causal del origen interdependiente, que incluye los cinco agregados, y que dicho en palabras llanas y simples es la ley de causa y efecto.

La comprensión de esta ley pone de manifiesto que todo es interdependiente.
Que todo sea interdependiente da como consecuencia lógica que nada es por sí mismo y que todo cambia. Esto es insustancialidad e impermanencia, las otras dos características de la realidad.

Las tres características de la realidad son los tres incumplimientos eternos de nuestra existecia:
El sufrimiento: pero no nos gusta que nos duela, no aceptamos el dolor y lo que más nos duele es que nos duela.
La impermanencia: todo cambia, pero nos pasamos toda la vida procurando que nada cambie, que las condiciones sean estables, que mantenga mi pareja, mi casa, mi trabajo...
La insustancialidad: nada tiene existencia o sustancia propia pero nos pasamos la vida reafirmándonos constántemente a nosotros mismos.

Y no salimos de ahí. Y mientras no nos pongamos delante de las cosas tal y como son va a seguir doliendo.
 
Paradójicamente, de forma natural, lo que que buscamos es la felicidad, pero en dirección contraria, por eso nos sale lo que nos sale.

Y hay un camino en la dirección buena.
 
En esta descripción del camino, el budismo va desgranando claves que facilitan esta comprensión.

Como dije, una de ellas es que la razón que nos encadena a estados de sufrimiento una y otra vez es la ignorancia.
Que la ignorancia es causa y efecto de nuestra actividad cognitiva y que el motor de esta es el deseo.
Que el nirvana, el estado de felicidad independiente de la causa y el efecto, surge con el cese del “combustible”, con la extinción del deseo.
Que el camino para que esto ocurra pasa por una nueva cadena “de liberación” que consiste en mejorar nuestra forma de relacionarnos con nosotros mismos, los demás y el entorno (sila); esto es el antídoto de la ignorancia, un estado de más darse cuenta, de más coherencia entre lo que pensamos y hacemos, de más absorción (samadhi) en lo que es y en lo que está pasando; y que este estado hace surgir de forma natural más comprensión y sabiduría (prajña) que irá en beneficio de mejor forma de vida, etc.

Ya tenemos unas cuantas palabras familiares ignorancia, deseo, felicidad y otras un poco más raras: sila, samadhi y prajña.

Y son palabras que NO se encuentran mucho en los textos japoneses del Zen.

Vamos a conectar una cosa con la otra.


En la literatura clásica budista se habla de los tres mundos: el mundo del deseo, el mundo de la forma y el mundo de la no forma.

El mundo del deseo es el mundo cotidiano, en el que funcionamos el casi cien por cien de los mortales el 65% del tiempo (el restante 35% estamos durmiendo). Es el mundo en el que las cosas se hacen (o no) porque me gusta, no me gusta o me da igual. Es el mundo de la pérdida y de la ganancia, del amor y el odio, de la esperanza y del temor.
 
El anclaje en el mundo del deseo, es por un lado a través de los objetos sensoriales: lo que vemos, lo que oímos, lo que olemos, lo que tocamos y lo que gustamos; y por otro a través de los objetos de la mente: pensamientos y emociones.

Al principio de empezar a meditar (porque en esto del budismo de lo que se trata es de meditar) nos exige una cierta disciplina más o menos rigurosa, una forma de comportamiento (sila) tendente a fomentar las condiciones favorables para la meditación y descartar las desfavorables. Al fin y al cabo "si no vives como piensas acabas pensando como vives."

Gracias a esto conectamos con estados más profundos de meditación y estos generan más sabiduría. Estos estados más profundos crean una forma de relacionarnos con nuestro cuerpo, con nuestras sensaciones y con nuestras emociones y pensamientos. Es decir nos permite darnos cuenta de todos esos anclajes con el mundo del deseo que acabamos de ver.

Y, de alguna forma, nos va alejando de la tiranía del deseo, empezamos a funcionar de otra forma. Ya no vamos corriendo detrás (o delante) de las cosas si no que sencillamente, las vemos.

Y llega un momento en que, se podría decir, dejamos el mundo del deseo y entramos en el mundo de la forma, las cosas pasan como pasan las nubes en el cielo y hay nubes pero también, cada vez más, la presencia del cielo no sólo es innegable si no que es abrumadora.

La cosa no ocurre porque queramos, no podría ser ya que lo "que queremos" pertenece al mundo del deseo.
Las cosas ocurren cuando ocurren. 
Y en el caso de los meditadores, la toma de conciencia de esto es después de un periodo largo de práctica con una cierta disciplina (interior) en el recorrido sila (comportamiento) > samadhi  (meditación) > prajña  (sabiduría) > sila (y así sucesivamente).

Toda esta literatura es importante porque las cosas del Zen pasan, por definición, en el mundo de la forma. Y digo por definición porque Zen es la transliteración de la palabra sánscrita dhyana que significa absorción y estos son los estados del mundo de la forma. 


Seguimos.

El primer trabajo es importante que sea sila.
La vida hasta la fecha es bastante desordenada y (mal) gastamos nuestra energía en mantener comportamientos que nos conducen al sufrimiento. Y es bueno empezar cambiando algo de esa forma de vivir, de lo contrario raro será que podamos concentrarnos un poquito en la meditación.

Los textos canónicos budistas reúnen sus enseñanzas en tres “cestos” (tripitaka). En uno de ellos está lo relacionado con sila, es el cesto de las normas (Vinaya) y que sobre todo insiste en la importancia de la intención más que en la del acto o la pura regulación.

El Vinaya se conoce en Japón como shingi 清規: las normas.
Y como todos los que estamos en esto del Zen acabamos haciendo lo mismo, una de etimología: el primer kanji (shin) significa claro, puro, limpio o pacífico. El segundo (gi): normas, ley, regulación. La suma de los dos es interesante puesto que sería las normas que favorecen la claridad o la paz.

Pero en Japón la triada sila, samadhi y prajña se cita como kai , jō y hui .

Es decir sila no son unas meras normas (shingi 清規) por muy conducentes a la claridad que puedan ser, sino que son kai . Y kai se traduce más normalmente como preceptos (kairitsu 戒律, kai ).

Normalmente se consideran diez preceptos (jikkai 十戒) para los laicos ordenados y algunos más para monjes y todavía más para monjas. Para los laicos de pie de calle hay cinco preceptos que son los de sentido común y, con algunas variaciones, son comunes en todas las religiones.
Finalmente hay una formulación de preceptos llamada preceptos de bodhisatva que incluye los conocidos como los tres preceptos puros (jōkai 淨戒) que, desde mi forma de vista, son la esencia de todos los preceptos:

Hago el voto de evitar hacer el mal, hago el voto de hacer el bien y hago el voto de ayudar a todos los seres.

Partiendo de estos tres votos, en la formación en los templos Zen se hace especial énfasis en dos conceptos: sahō 作法 los procedimientos adecuados e igi 威儀 que es aprender el comportamiento.

Sahō 作法 está compuesto de Sa () hacer, componer, trabajar, actuar y Hō () la ley, norma, regla, método, modo, incluso arte y también Dharma.
Sahō 作法 así podría ser la forma de hacer de acuerdo con el Dharma, de forma más amplia es la forma de hacer lo que sea se haga: de colocar una flor en un vaso, o una silla alrededor de la mesa, o el cojín de meditación pero también la forma de mover el cuerpo, de colocar las manos, de caminar, de meditar. En definitiva la forma de hacer.

Igi 威儀 significa dignidad, la forma digna, el porte. I significa pompa y también poder o dominio. Gi ceremonia o rito.

A todos los practicantes del Zen lo primero que nos han enseñado son “las cuatro posturas básicas”, el término japonés es shi igi 四威儀
Es decir, el comportamiento adecuado en las cuatro posturas. Estas son caminar, estar de pie, sentado y acostado. Y es la forma abreviada de referirse a todos los modos imaginables de la actividad humana, las veinticuatro horas del día

Se podría decir sila se practica en los templos japoneses a través de saho e igi. Se cultiva el comportamiento, la actitud, el procedimiento.

Y la literatura Zen está llena de este tipo de admoniciones:
- ¿Qué es Buda?
- Lava tus cuencos.

Y aquí está la estética: ese gesto en pleno estado de presencia crea belleza.
 

No debemos perder la perspectiva: este comportamiento surge de la sabiduría que surge de la absorción meditativa.

Y así, de la impecabilidad no neurótica en la forma de vestirse el monje, comer, acomodar su cojín de meditación, colocar las manos para saludar o para caminar, arreglar las flores o cocinar, asearse o ir al baño, etcétera, etcétera, de el consecuente estado de presencia generado sin intervención del deseo y  desarrollado por la meditación, surge cada movimiento desde la más profunda quietud interior, desde más allá del mundo del deseo y en el cultivo del espíritu de cada gesto, observa desde el asombro como ELLO LO HACE.

Y esa expresión estética del Zen que tanto ha cautivado en occidente es el producto de esto último, de un movimiento o gesto que surge desde la más profunda (y auténtica) forma de ser que sólo se manifiesta en los estados de meditación más profundos y no de querer que quede bonito.







viernes, 11 de abril de 2014

GOMASIO 胡麻塩 (sésamo y sal)


Sésamo (goma 胡麻), sal (shio ): de 4 a 7 de sésamo por una de sal fina.
Tostar las semillas de sésamo hasta que estén crujientes (dorado), tener mucho cuidado en este paso porque se queman fácilmente. Verter en un suribachi (mortero estriado).
Tostar ligeramente la sal hasta que tenga color arena. Añadir al suribachi y mezclar con el sésamo.
Moler en el suribachi. El mazo del suribachi se llama surikogi.
La acción de moler en el suribachi es una meditación. Conviene encontrar un sitio apartado para hacerlo. Se puede sentar en una banqueta, fijar el suribachi sobre un paño entre las piernas (estará caliente) y moler con el mazo en posición vertical, la espalda vertical, con un movimiento constante, rítmico.
El sésamo debe quedar molido y se dejarán un 10% de los granos sin moler. 
Guardar en botes de cristal. No cerrarlos hasta que esté frío.