(Trungpa sobre el materialismo espiritual. "Todos somos mendigos" es el pulso de querer lo que pensamos no tenemos y pensamos que nos pertenece o nos merecemos o cualquier tontería por el estilo)
En el
contexto budista, un santo da fe del hecho de que un simple
ser humano, común y corriente y desorientado, tiene la capacidad de despertar,
de armarse de valor y despertar gracias a un acontecimiento fortuito de la
vida, del tipo que sea. El dolor, los sufrimientos de todo tipo, la aflicción y
el caos que forman parte de la vida empiezan a despertarle, a sacudirlo.
Conmocionado, se pregunta: ¿Quién soy? ¿Qué soy? ¿Por qué ocurre todo esto?
Luego escarba más a fondo y se da cuenta de que hay algo dentro de que está
haciendo estas preguntas, algo inteligente, algo que no está totalmente sumido
en la confusión...
Hay dos maneras de encarar el problema. La primera consiste en intentar vivir
de acuerdo con lo que nos gustaría ser, la
segunda en tratar de ser lo que realmente somos.
Esforzarse
por vivir de acuerdo a lo que a uno le gustaría ser es como fingir que uno es
un ser divino, una persona realizada o cualquier otro modelo de esta índole.
Cuando tomamos conciencia de las cosas que andan mal en nosotros, de nuestras
debilidades, problemas y neurosis, hay un impulso natural que nos lleva a hacer
todo lo contrario, como si la posibilidad de equivocarnos o estar confusos
fuera algo inaudito.
Nos decimos:
"piensa positivamente, haz como si todo anduviera bien". A pesar de que sabemos que algo anda mal a nivel de las situaciones
concretas de la vida diaria, a nivel de lo cotidiano y corriente, no le damos
la debida importancia: "olvidémonos de ese 'mal
rollo'. Pensemos de otra manera. Finjamos ser buenos".
Esa actitud
se conoce en la tradición budista como materialismo espiritual. Es una actitud
poco realista... Podríamos considerar como materialismo
espiritual cualquier método -budista, hinduista, judío, cristiano- que nos
proporcione técnica para asociamos con lo bueno, lo mejor, lo supremamente
bueno, o con el bien supremo, lo divino.
Cuando nos
ponemos en contacto con lo bueno, nos sentimos felices, fascinados. Pensamos:
"¡por fin he encontrado la respuesta!". Esa respuesta nos dice que lo
único que debemos hacer es considerar que ya estamos liberados. Luego, cuando
empezamos a pensar que ya somos seres libres, nos basta con dejar que la vida
siga su curso. Acto seguido añadimos otro elemento para reforzar nuestro
materialismo espiritual: vinculamos todo lo que desconocemos o no entendemos en
nuestra búsqueda espiritual con citas de diferentes libros sagrados que aluden
a lo que está más allá del pensamiento y más allá del verbo, a lo inefable, al
Ser Inefable y quién sabe a cuántas cosas más. Relacionamos nuestra incapacidad
de comprender lo que nos sucede con esas cosas indecibles e inexpresables. De
esa manera, nuestra ignorancia se transforma en el descubrimiento más grandioso.
Y a ese "gran descubrimiento" lo hacemos coincidir con alguna hipótesis
doctrinal, tal como la existencia de un redentor o alguna otra interpretación
de los textos sagrados.
Antes no
sabíamos absolutamente nada, pero ahora "sabemos algo" que en realidad
no sabemos. Ahora sí hay algo delante de nosotros. No somos capaces de
describirlo con palabras, conceptos e ideas, pero hemos aprendido que, para
empezar, podemos deformarnos hasta transformarnos en algo bueno. Así que por lo
menos hemos encontrado un punto de partida que consiste en tomar nuestra
confusión y, de manera directa y consciente, transformarla en un estado libre
de confusión. Lo que nos lleva a actuar así es precisamente nuestra búsqueda de
placer, de placer espiritual. Al hacerlo afirmamos que la naturaleza del placer
que buscamos está más allá del conocimiento, porque en realidad no tenemos la
menor idea de la clase de placer espiritual que conseguiremos con esta
maniobra. Y todas las interpretaciones espirituales
de las escrituras que se refieren a lo que está más allá del conocimiento las
aplicamos al hecho de que no sabemos qué estamos haciendo en el plano
espiritual. Sin embargo, nuestra convicción espiritual es ahora certeza, puesto
que hemos logrado suprimir las dudas originales con respecto a quién y qué
somos, la sensación de que quizá no seamos nada. Hemos borrado todo eso y es
posible que ya ni siquiera lo recordemos.
Al
suprimir ese desconcierto del ego que nos condujo a lo desconocido -un
desconocido cuya naturaleza no entendemos-, nos encontramos ante dos tipos de
juegos que nacen de la confusión el juego de lo desconocido y el de lo
desconocido trascendente. Ambos forman parte del materialismo espiritual.
No
sabemos qué somos, ni tampoco quiénes somos, pero sabemos que nos gustaría ser algo o alguien.
Decidimos seguir tratando de ser lo que nos gustaría ser, a pesar de que no
sabemos qué es. Ése es el primer juego. Luego, para remate, junto con querer
ser algo, también quisiéramos aseguramos de que existe algo en el universo o el
cosmos que corresponde a ese "algo" que somos. Tenemos la sensación
de descubrir ese algo que quisiéramos conocer, pero en realidad no logramos
entenderlo, y es así como se transforma en lo desconocido trascendente. Como no
lo entendemos, nos decimos: transformemos esa confusión mayor, esa confusión
gigantesca, en la espiritualidad de la infinitud divina, o algo por el estilo.
Esto
nos debería dar una cierta imagen de lo que es el materialismo espiritual.
El
peligro del materialismo espiritual es que cuando caemos bajo su influencia
formulamos todo tipo de hipótesis. En primer
lugar están las hipótesis de orden personal y casero, que formulamos porque
queremos ser felices. En segundo lugar, las hipótesis espirituales, que surgen
cuando permitimos que ese gran descubrimiento, ese descubrimiento gigantesco y
trascendente, siga siendo un misterio. Eso trae consigo nuevas hipótesis de
mayor envergadura aún no sabemos qué lograremos verdaderamente al alcanzar esa
cosa desconocida, pero de todos modos la describimos en términos vagos, por
ejemplo, "absorción en el cosmos". Y como nadie jamás ha podido llegar tan lejos, si alguien pusiera en
duda nuestro descubrimiento de la "absorción en el cosmos"
inventaríamos nuevas explicaciones lógicas o buscaríamos respaldo en los
escritos religiosos y otros textos...
Un gran abrazo Miguel...
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